PRAT EN ARGENTINA
La misión del héroe de Iquique fue investigar el poderío militar trasandino:
La desconocida faceta de Arturo Prat como espía en Argentina
Desembarcó como un civil. Nadie sospechó que era oficial de la Armada de Chile, ni menos que era agente secreto. Seis meses antes de morir en la Guerra del Pacífico, filtró los secretos argentinos para evitar una guerra en la Patagonia y propuso a La Moneda destituir a los cónsules en Montevideo y Buenos Aires. Un libro reciente profundiza en uno de los capítulos más desconocidos de la vida de Prat.
María José Picon Meleda
El Mercurio Artes y Letras 11 de octubre de 2009
Cuando Arturo Prat Chacón llegó a Buenos Aires por primera vez, no lo hizo en calidad de marino. No llevaba el uniforme y nadie le rindió honores. El 28 de noviembre de 1878, quien al año siguiente se convertiría en "el héroe de Iquique" pisó suelo argentino con una sola misión: espiar los movimientos militares de Argentina.
Arturo Prat, perfectamente vestido de civil, era un agente secreto.
Veintiún días antes de su llegada a la capital argentina, el Presidente Aníbal Pinto, le había enviado un telegrama ordenándole trasladarse a la brevedad desde Valparaíso a Santiago. Así lo hizo. El gobernante lo recibió en La Moneda y Prat escuchó atentamente las instrucciones: recolectar la mayor cantidad de información sobre la marina y el ejército argentino, tal como el número de buques, tripulación y armamento militar y, al mismo tiempo, verificar si Argentina tenía propósitos hostiles hacia Chile debido a las tensiones bélicas entre ambos países por la posesión de la Patagonia.
Así, se inició uno de los pasajes más desconocidos de la vida de Prat, que ha sido documentado por historiadores como Gonzalo Vial. Los autores Piero Castagneto y Diego M. Lascano entregan detalles inéditos de este episodio en su libro "Prat: Agente Secreto en Buenos Aires", publicado en septiembre último. Los investigadores, uno chileno y el otro argentino, analizan a través de cartas y documentos de la época la vida de Prat como "espía".
Montevideo, centro de operaciones
Tacto. Criterio. Reserva.
Cuando Arturo Prat Chacón llegó a Buenos Aires por primera vez, no lo hizo en calidad de marino. No llevaba el uniforme y nadie le rindió honores. El 28 de noviembre de 1878, quien al año siguiente se convertiría en "el héroe de Iquique" pisó suelo argentino con una sola misión: espiar los movimientos militares de Argentina.
Arturo Prat, perfectamente vestido de civil, era un agente secreto.
Veintiún días antes de su llegada a la capital argentina, el Presidente Aníbal Pinto, le había enviado un telegrama ordenándole trasladarse a la brevedad desde Valparaíso a Santiago. Así lo hizo. El gobernante lo recibió en La Moneda y Prat escuchó atentamente las instrucciones: recolectar la mayor cantidad de información sobre la marina y el ejército argentino, tal como el número de buques, tripulación y armamento militar y, al mismo tiempo, verificar si Argentina tenía propósitos hostiles hacia Chile debido a las tensiones bélicas entre ambos países por la posesión de la Patagonia.
Así, se inició uno de los pasajes más desconocidos de la vida de Prat, que ha sido documentado por historiadores como Gonzalo Vial. Los autores Piero Castagneto y Diego M. Lascano entregan detalles inéditos de este episodio en su libro "Prat: Agente Secreto en Buenos Aires", publicado en septiembre último. Los investigadores, uno chileno y el otro argentino, analizan a través de cartas y documentos de la época la vida de Prat como "espía".
Montevideo, centro de operaciones
Tacto. Criterio. Reserva.
Ésas eran las tres cualidades que poseía Prat y que pesaron a la hora de asignarle la misión. Además, influyó el hecho de que el joven fuera el primer oficial naval en obtener el título de abogado. Es así como, ocultando su condición de marino, pero no su verdadero nombre, viaja en el vapor Valparaíso a Montevideo. La ciudad sería centro de operaciones para preparar sus arriesgadas incursiones a Buenos Aires.
El 18 de noviembre llegó a alojar al Hotel Oriental de Montevideo. Sin conocer a nadie, comenzó su tarea leyendo los periódicos locales (desconocidos en Chile) para fijar los primeros "puntos de referencia" y comenzar a construir una red de contactos. Una semana más tarde envió el primer informe a sus superiores en Santiago. Aunque aún no llegaba a Buenos Aires, ya tenía una visión del ambiente que se respiraba en la capital argentina: "En cuanto a la opinión dominante en el pueblo argentino (...) parece exacto que apoyan la guerra". Y agrega: "En la República Argentina nadie duda que ella vendrá como único medio, a falta de títulos, de enseñorearse de ese desierto llamado la Patagonia...".
En este mismo informe es drástico respecto de los representantes diplomáticos de Chile en la región. En su última reunión en La Moneda también le habían encargado espiarlos. Prat no tuvo dudas: propuso remover a José María Castellanos, cónsul en Montevideo, por ser de nacionalidad uruguaya con relaciones familiares en Argentina, y al cónsul en Buenos Aires Mariano Baudrix, por su avanzada edad y mal estado de salud.
La soledad del marino se interrumpió cuando conoce a sus primeros contactos en Montevideo, que más tarde lo ayudaron a obtener valiosa información. Las primeras relaciones las hizo gracias a un compañero de viaje, "el súbdito británico J. Hamilton", empleado de la casa comercial Weird, Scout & Cía. Más tarde, algunas de sus amistades fueron personalidades de importancia, como Federico Nin, jefe del Partido Blanco uruguayo, y el senador de la provincia de Buenos Aires, Gregorio Torres. También se hizo amigo de Francisco Javier Hurtado Barrios, ex empleado de la legación chilena en la capital argentina, quien fue su guía en los recorridos por la cuidad y su contacto con personajes influyentes de la política local.
Entrada en Buenos Aires
La noche del 28 de noviembre, Prat se embarcó rumbo a Buenos Aires para realizar observaciones más cercanas de la flota argentina. Una vez instalado en el Hotel de la Paz, decidió visitar el monitor Los Andes. El buque de guerra argentino estaba abierto a las visitas civiles, por lo que Prat, incluso, conversó con algunos de sus oficiales como si fuese turista. De su primera visita a Buenos Aires, Prat dio su testimonio en un informe enviado al contraalmirante Williams Rebolledo, en el que entregó información general sobre las naves argentinas.
En su segunda carta fue más preciso sobre el poderío naval argentino. Se la escribió al ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Fierro. Y entregó datos técnicos de las naves de guerra. Tras una larga descripción, concluye: "Estos datos, aunque deficientes, dejan ver que el poder marítimo de la República Argentina es notablemente inferior al de Chile", afirmaba Prat. Y añadía: "En cuanto a su ejército, que alcanza a 7 mil hombres de línea, se me asegura que adolece de grandes defectos en su organización".
El 6 de diciembre de 1878 se suscribió en Santiago el pacto Fierro-Sarratea -firmado por los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países-, que acordó, entre otras cosas, el nombramiento de un tribunal mixto para resolver los límites pendientes. La difusión del pacto tardó en Chile y Prat se enteró estando en Montevideo. Le escribió una carta a su esposa Carmela Carvajal: "Ayer tarde circuló un boletín anunciando que la paz se había firmado (como si estuviéramos en guerra) y que la cuestión se había arreglado definitivamente, como si los Presidentes o ministros pudieran hacer algo definitivo prescindiendo del Congreso".
El encuentro casual de Prat y el Presidente argentino
Su segundo viaje a Buenos Aires lo realizó el 23 de diciembre junto al chileno Francisco Javier Hurtado Barrios. A esas alturas ya se movía con soltura en los salones de la élite bonaerense. Incluso ocurrió un episodio inesperado. Prat se encuentró con el Presidente argentino, Nicolás Avellaneda, luego de que un conocido de ambos, el senador Gregorio Torres, los presentó a la salida de la Casa Rosada. Avellaneda se comportó muy gentil con Prat.
De vuelta en Montevideo envió su último informe (el 18 de enero de 1879) al canciller Alejandro Fierro. A los ojos de Prat, un conflicto armado con Argentina era cuestión de tiempo. Pero su misión se ve bruscamente interrumpida: el 28 de enero, Prat recibió órdenes del gobierno chileno para volver al país. Cuando parecía que los conflictos con Argentina amainaban, Prat se llevó otra sorpresa. Al llegar a Lota, la primera parada de su barco, le informaron que Chile estaba en guerra contra Bolivia y Perú. Prontamente se le daría el mando de la cañonera Covadonga y de La Esmeralda. Hasta que llegó el 21 de mayo, y su nombre pasó a la historia.
Cuando el almirante peruano Miguel Grau hizo el gesto de devolver las pertenencias de Prat a su esposa, entre ellas apareció una vieja libreta que el marino llevaba en su último combate. En ella aún se conservaban anotaciones y claves de su misión como agente secreto.
De puño y letra de Arturo Prat
Alrededor de cinco informes envió Arturo Prat a sus superiores en Santiago dando cuenta de la situación en Argentina. En su primer informe escrito en noviembre de 1878 desde Montevideo, dice lo siguiente: "En cuanto a los hijos de este país, que en general tienen pocas afecciones por los argentinos, serán extraviados en sus juicios por la prensa que, asalariada por éstos, se limita a transcribir cuanto puede desprestigiar a nuestro país y a nuestra causa, y siempre que tocan estos puntos lo hacen en un sentido desfavorable hacia Chile ". De su primera visita a Buenos Aires, Prat da testimonio en una correspondencia al contraalmirante Williams Rebolledo: "La semana pasada estuve en Buenos Aires y visité el Plata, que se encontraba en el puerto. Siendo conocidas de Ud. y de nuestros oficiales las condiciones de esas naves, sólo agregaré que son de doble hélice...". En el tercer informe al gobierno, Prat expresa su escepticismo respecto del Pacto Fierro-Sarratea: "Entre tanto, es un hecho que (...) las cosas permanecerán en statu quo hasta que se reúnan, creo que en mayo del año entrante, las cámaras argentinas, donde, sin ser pesimista, puede predecirse que serán rechazados los tratados". El 18 de enero de 1879 manda el último informe al canciller Alejandro Fierro: "Si en mayo el tratado fuera rechazado por el Congreso argentino, ya tendrían estudiada la pampa y un cuerpo de ejército al pie de los Andes, ya sea dispuesto a invadir o a rechazar una invasión."
El 18 de noviembre llegó a alojar al Hotel Oriental de Montevideo. Sin conocer a nadie, comenzó su tarea leyendo los periódicos locales (desconocidos en Chile) para fijar los primeros "puntos de referencia" y comenzar a construir una red de contactos. Una semana más tarde envió el primer informe a sus superiores en Santiago. Aunque aún no llegaba a Buenos Aires, ya tenía una visión del ambiente que se respiraba en la capital argentina: "En cuanto a la opinión dominante en el pueblo argentino (...) parece exacto que apoyan la guerra". Y agrega: "En la República Argentina nadie duda que ella vendrá como único medio, a falta de títulos, de enseñorearse de ese desierto llamado la Patagonia...".
En este mismo informe es drástico respecto de los representantes diplomáticos de Chile en la región. En su última reunión en La Moneda también le habían encargado espiarlos. Prat no tuvo dudas: propuso remover a José María Castellanos, cónsul en Montevideo, por ser de nacionalidad uruguaya con relaciones familiares en Argentina, y al cónsul en Buenos Aires Mariano Baudrix, por su avanzada edad y mal estado de salud.
La soledad del marino se interrumpió cuando conoce a sus primeros contactos en Montevideo, que más tarde lo ayudaron a obtener valiosa información. Las primeras relaciones las hizo gracias a un compañero de viaje, "el súbdito británico J. Hamilton", empleado de la casa comercial Weird, Scout & Cía. Más tarde, algunas de sus amistades fueron personalidades de importancia, como Federico Nin, jefe del Partido Blanco uruguayo, y el senador de la provincia de Buenos Aires, Gregorio Torres. También se hizo amigo de Francisco Javier Hurtado Barrios, ex empleado de la legación chilena en la capital argentina, quien fue su guía en los recorridos por la cuidad y su contacto con personajes influyentes de la política local.
Entrada en Buenos Aires
La noche del 28 de noviembre, Prat se embarcó rumbo a Buenos Aires para realizar observaciones más cercanas de la flota argentina. Una vez instalado en el Hotel de la Paz, decidió visitar el monitor Los Andes. El buque de guerra argentino estaba abierto a las visitas civiles, por lo que Prat, incluso, conversó con algunos de sus oficiales como si fuese turista. De su primera visita a Buenos Aires, Prat dio su testimonio en un informe enviado al contraalmirante Williams Rebolledo, en el que entregó información general sobre las naves argentinas.
En su segunda carta fue más preciso sobre el poderío naval argentino. Se la escribió al ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Fierro. Y entregó datos técnicos de las naves de guerra. Tras una larga descripción, concluye: "Estos datos, aunque deficientes, dejan ver que el poder marítimo de la República Argentina es notablemente inferior al de Chile", afirmaba Prat. Y añadía: "En cuanto a su ejército, que alcanza a 7 mil hombres de línea, se me asegura que adolece de grandes defectos en su organización".
El 6 de diciembre de 1878 se suscribió en Santiago el pacto Fierro-Sarratea -firmado por los ministros de Relaciones Exteriores de ambos países-, que acordó, entre otras cosas, el nombramiento de un tribunal mixto para resolver los límites pendientes. La difusión del pacto tardó en Chile y Prat se enteró estando en Montevideo. Le escribió una carta a su esposa Carmela Carvajal: "Ayer tarde circuló un boletín anunciando que la paz se había firmado (como si estuviéramos en guerra) y que la cuestión se había arreglado definitivamente, como si los Presidentes o ministros pudieran hacer algo definitivo prescindiendo del Congreso".
El encuentro casual de Prat y el Presidente argentino
Su segundo viaje a Buenos Aires lo realizó el 23 de diciembre junto al chileno Francisco Javier Hurtado Barrios. A esas alturas ya se movía con soltura en los salones de la élite bonaerense. Incluso ocurrió un episodio inesperado. Prat se encuentró con el Presidente argentino, Nicolás Avellaneda, luego de que un conocido de ambos, el senador Gregorio Torres, los presentó a la salida de la Casa Rosada. Avellaneda se comportó muy gentil con Prat.
De vuelta en Montevideo envió su último informe (el 18 de enero de 1879) al canciller Alejandro Fierro. A los ojos de Prat, un conflicto armado con Argentina era cuestión de tiempo. Pero su misión se ve bruscamente interrumpida: el 28 de enero, Prat recibió órdenes del gobierno chileno para volver al país. Cuando parecía que los conflictos con Argentina amainaban, Prat se llevó otra sorpresa. Al llegar a Lota, la primera parada de su barco, le informaron que Chile estaba en guerra contra Bolivia y Perú. Prontamente se le daría el mando de la cañonera Covadonga y de La Esmeralda. Hasta que llegó el 21 de mayo, y su nombre pasó a la historia.
Cuando el almirante peruano Miguel Grau hizo el gesto de devolver las pertenencias de Prat a su esposa, entre ellas apareció una vieja libreta que el marino llevaba en su último combate. En ella aún se conservaban anotaciones y claves de su misión como agente secreto.
De puño y letra de Arturo Prat
Alrededor de cinco informes envió Arturo Prat a sus superiores en Santiago dando cuenta de la situación en Argentina. En su primer informe escrito en noviembre de 1878 desde Montevideo, dice lo siguiente: "En cuanto a los hijos de este país, que en general tienen pocas afecciones por los argentinos, serán extraviados en sus juicios por la prensa que, asalariada por éstos, se limita a transcribir cuanto puede desprestigiar a nuestro país y a nuestra causa, y siempre que tocan estos puntos lo hacen en un sentido desfavorable hacia Chile ". De su primera visita a Buenos Aires, Prat da testimonio en una correspondencia al contraalmirante Williams Rebolledo: "La semana pasada estuve en Buenos Aires y visité el Plata, que se encontraba en el puerto. Siendo conocidas de Ud. y de nuestros oficiales las condiciones de esas naves, sólo agregaré que son de doble hélice...". En el tercer informe al gobierno, Prat expresa su escepticismo respecto del Pacto Fierro-Sarratea: "Entre tanto, es un hecho que (...) las cosas permanecerán en statu quo hasta que se reúnan, creo que en mayo del año entrante, las cámaras argentinas, donde, sin ser pesimista, puede predecirse que serán rechazados los tratados". El 18 de enero de 1879 manda el último informe al canciller Alejandro Fierro: "Si en mayo el tratado fuera rechazado por el Congreso argentino, ya tendrían estudiada la pampa y un cuerpo de ejército al pie de los Andes, ya sea dispuesto a invadir o a rechazar una invasión."
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