SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Sunday, November 22, 2009

RECUERDOS DE JUVENTUD II

Desconocida foto de Arturo Alessandri, probablemente de 1898/99.
Mis primeros años de soledad en el campo

Arturo Alessandri Palma

Artes y Letras El Mercurio domingo 22 de noviembre de 2009
Nací en la quinta hijuela de Longaví, Linares en 1868. Cuando contaba cuatro o cinco años de edad, se trasladó mi padre al fundo "San Pedro el Romeral", a dos leguas de Curicó. Allí transcurrieron los años de mi infancia, hasta el mes de marzo de 1880. (...) Fueron seis o siete años pasados en el fundo de Curicó. Me sentía yo muy solo. Mi hermano José Pedro estaba en Santiago, mi hermana María del Carmen, como mujer, tenía gustos y entretenimientos distintos a los míos. Susana nació mucho después de nuestra llegada el fundo Romeral y como mujer y muy chica, no era ni podría ser mi compañera en mis diversiones y pasatiempos.
La contemplación de la naturaleza
Mi mayor satisfacción era, en los días de sol, sentarme en un banco de palo situado en el corredor de las casas, frente al camino, mirando hacia la cordillera, y extasiarme contemplando la sabana plácida, silenciosa y verde, de un potrero que se reflejaba como un espejo inmenso de quietud y esperanza en el cielo diáfano y azul. Cuando me sentaba allí, sentía que mi imaginación de niño se exaltaba; surgían ideas, sentimientos y aspiraciones que se atropellaban en mi espíritu y, no raras veces, sin darme cuenta hablaba solo, como si me encontrara frente a frente a un interlocutor invisible. En las tardes, cuando se apagaba la luz del día y se extinguían los últimos rayos de sol, no faltaba nunca a mi querido observatorio para sorprender las primeras luces que la piedad campesina encendía a San Esteban o a otro santo de su devoción, en una protuberancia pletórica de piedras negras, existente en los cerros que cortaban el horizonte, por detrás del potrero.
Aquel sitio para mí, que nunca he olvidado, era evocador y estimulante de energías espirituales, muy embrionarias, naturalmente, que muchas veces durante la vida han golpeado mi recuerdo como si oyera voces lejanas perdidas en tiempos que pasaron y cuyo origen ignoro.
Recuerdos de mi madre doña Susana Palma
Mi madre perteneció a una de esas familias antiguas de Chile en donde se rodeaba a las hijas de todas clase de consideraciones, y se les daba una educación esmerada. Por los cuidados que se les prodigaba, eran estas jóvenes lo que podemos llamar unas perfectas "regalonas", a quienes se les inculcaba el sentimiento de la corrección en el vestido y de las más cultas y delicadas maneras en el trato, en su casa, y principalmente, en sociedad.
Durante todos los años que pasé al lado de mi madre, hasta el día de su muerte, aún viviendo en el campo, no la vi jamás salir por la mañana de su dormitorio sin estar correctamente vestida con su peinado en orden y lista como si la esperara a la puerta el carruaje para recorrer las calles más pobladas del centro de una ciudad. Sabía que nadie, fuera de su marido, sus hijos y la servidumbre de la casa, la vería. Eso no importaba. Ella se preocupaba de su toilette y de su arreglo personal, porque así había sido acostumbrada y consideraba aquello como un deber para con su persona y para con los miembros de la familia.

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