“El color de la sangre no se olvida”
Hubo otro Chile, con otros habitantes y otra forma de vida. La sociedad y la cultura por cierto eran también distintas. Ello permitió la aparición de extraordinarios individuos que lograron plasmar una visión profunda y trascendente de la vida. Una de estas figuras fue Héctor Barreto (10 de Febrero de 1917 - 23 de Agosto de 1936), autor de cuentos e historias que encantaron las noches bohemias del Santiago de aquel entonces, logrando quizás una comunión profunda y reveladora con la tierra, con el paisaje. Así lo evocaba su amigo, Miguel Serrano: “Va perdiéndose en la noche, rodeado de una sombra de gloria, héroe en medio del hosco y místico paisaje de nuestra tierra. Desnudo como un niño. Niño era. Ingenuo y grande, apenas salido de la adolescencia de sus años y de la del mundo; pero venido de la antigüedad de milenios de su alma de anciano. Era el Anciano de los Días, aquél que camina por la cinta de plata infinita de las constelaciones…”.
Sólo unos pocos recordamos aún a Héctor Barreto y por cierto, a los escritores y poetas de la Generación del 38 -acaso la más auténtica generación literaria chilena-, prácticamente olvidados -o bien ignorados- por las actuales generaciones de artistas y editores, inmersos en las detestables aguas del globalismo y la sociedad de mercado.
Los cuentos de Barreto, o“historias ociosas” como él mismo las llamaba, refieren a ese mundo paralelo, a esa dimensión más “real” que la realidad. Allá, en la Ciudad de los Césares, en su Llamellao Dodona, se encuentra Barreto junto a aquellos extraordinarios artistas del Chile mágico, como Miguel Serrano, Jaime Rayo u Omar Cáceres, evocando sus pasos por esta tierra.
Rafael Videla Eissmann
23 de Agosto de 2012