ISIDORA AGUIRRE, CONVERSACIONES
Redoble por Isidora
El Mercurio Revista de Libros 11 de octubre de 2009
Mario Valdovinos
Estas Conversaciones con Isidora Aguirre (Ediciones Frontera Sur, 303 páginas, $10.000) que sostuvo la investigadora Andrea Jeftanovic exceden el registro habitual de este género, inclinado a lo periodístico. Fuera de la crónica pormenorizada del más de medio siglo de militancia de la autora en el teatro iberoamericano, incluye, a la manera de inserts , alusiones a sus obras dramáticas, adaptaciones, diarios de vida y de montaje, en los que daba cuenta de los procesos creativos de sus obras y los resultados de ellas una vez estrenadas; comentarios de la prensa, críticas sobre los estrenos, cartas intercambiadas cuando las escribía, fotos. Todo este material sensible constituye un corpus atractivo para que el lector se forme una idea panorámica y focalizada de esta mujer que realizó en su propuesta dramatúrgica una fusión entre el tiempo que ha ocupado una vida fecunda y los quiebres de nuestro acontecer, en especial los hechos históricos que marcaron al Chile republicano.
Formada en la generación de los teatros universitarios, que reemplazaron una práctica escénica inclinada a la improvisación, el divismo y la evasión de los problemas sociales, Isidora Aguirre consideró en su poética las estéticas de Chéjov y Brecht que le permitieron elaborar un teatro situado, épico, social, histórico, producto de sus investigaciones en terreno y de una ética que consideraba, en primer término, el trabajo in situ con los protagonistas de lo que sería la ficción teatral. Así ocurrió con "Población Esperanza", "Los Papeleros", "Los que van quedando en el camino", "Lautaro", "Diálogos de fin de siglo" y el clásico insoslayable del teatro chileno, "La pérgola de las flores".
De su labor no ha excluido la pedagogía teatral, las adaptaciones de clásicos ni los talleres de dramaturgia, gigantesco trabajo realizado en la soledad y, a menudo, ante la indiferencia oficial, pero no exento en su hermoso recorrido de pasión, de equivocaciones, de indagaciones febriles sobre nuestra memoria, y sobre el horror y la desesperación que laten bajo la piel de un país que suele martirizar a quienes lo piensan, lo sueñan y lo critican desde la literatura o desde un escenario.
Isidora sobrevivió a todo y exhibe hoy, a sus noventa años, una figura ejemplar de creadora.
El teatro puede ser un pacto con el absurdo. O con el ser de un país.
Estas Conversaciones con Isidora Aguirre (Ediciones Frontera Sur, 303 páginas, $10.000) que sostuvo la investigadora Andrea Jeftanovic exceden el registro habitual de este género, inclinado a lo periodístico. Fuera de la crónica pormenorizada del más de medio siglo de militancia de la autora en el teatro iberoamericano, incluye, a la manera de inserts , alusiones a sus obras dramáticas, adaptaciones, diarios de vida y de montaje, en los que daba cuenta de los procesos creativos de sus obras y los resultados de ellas una vez estrenadas; comentarios de la prensa, críticas sobre los estrenos, cartas intercambiadas cuando las escribía, fotos. Todo este material sensible constituye un corpus atractivo para que el lector se forme una idea panorámica y focalizada de esta mujer que realizó en su propuesta dramatúrgica una fusión entre el tiempo que ha ocupado una vida fecunda y los quiebres de nuestro acontecer, en especial los hechos históricos que marcaron al Chile republicano.
Formada en la generación de los teatros universitarios, que reemplazaron una práctica escénica inclinada a la improvisación, el divismo y la evasión de los problemas sociales, Isidora Aguirre consideró en su poética las estéticas de Chéjov y Brecht que le permitieron elaborar un teatro situado, épico, social, histórico, producto de sus investigaciones en terreno y de una ética que consideraba, en primer término, el trabajo in situ con los protagonistas de lo que sería la ficción teatral. Así ocurrió con "Población Esperanza", "Los Papeleros", "Los que van quedando en el camino", "Lautaro", "Diálogos de fin de siglo" y el clásico insoslayable del teatro chileno, "La pérgola de las flores".
De su labor no ha excluido la pedagogía teatral, las adaptaciones de clásicos ni los talleres de dramaturgia, gigantesco trabajo realizado en la soledad y, a menudo, ante la indiferencia oficial, pero no exento en su hermoso recorrido de pasión, de equivocaciones, de indagaciones febriles sobre nuestra memoria, y sobre el horror y la desesperación que laten bajo la piel de un país que suele martirizar a quienes lo piensan, lo sueñan y lo critican desde la literatura o desde un escenario.
Isidora sobrevivió a todo y exhibe hoy, a sus noventa años, una figura ejemplar de creadora.
El teatro puede ser un pacto con el absurdo. O con el ser de un país.
posted by EDITOR | 11:51 PM
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