ENJUICIADO POR HISTORIADORES
Gonzalo Vial Correa enjuiciado por la historia
Por Rodrigo Alvarado E.
Por Rodrigo Alvarado E.
La Nación Martes 3 de noviembre de 2009 Cultura
Apenas murió, saltaron las fraternales apologías a un historiador y periodista riguroso y preocupado de los DDHH. Nada del “Plan Zeta” que incluyó su “Libro blanco” y su metida de mano en la Comisión Rettig. Acá, sus colegas analizan su obra.
Foto: La Nación
Aunque como historiador, se le destaquen los cinco tomos de “Historia de Chile (1891-1973)”, el famoso “Plan Zeta” fue su marca: Una supuesta estrategia para asesinar a altos mandos de las FFAA consignada en su “Libro blanco del cambio de gobierno en Chile” y usada para justificar la represión y el asesinato de los opositores a la dictadura. La misma en la que participó como Ministro de Educación entre 1978 y 1979.
El hasta hace poco columnista del diario La Segunda, ejerció el oficio desde fines de los ‘60 en la revista Portada y luego como director de Qué pasa, publicaciones todas donde escribió sobre educación, temas valóricos y las responsabilidades de la izquierda en 1973, a pesar de que él no reconoció la tergiversación y omisión de hechos durante la elaboración del Informe Rettig, para disminuir los crímenes de la Armada y el número de víctimas, cuando fue parte de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.
Historiador a sueldo
“Se embarcó en hacer un proyecto metódico de Historia General y eso es valioso. Pero los análisis son bien pobres, descriptivos y acumulativos, aunque como material, sirven”, explica Gonzalo Peralta.
“Vial es parte de una escuela conservadora historiográfica muy importante en Chile, a la que pertenecen Jaime Eyzaguirre, Mario Góngora, Alberto Edwards y Francisco Encina. Pero a mi juicio no está a la altura de ellos. No hizo escuela como Eyzaguirre, no tuvo el peso filosófico, histórico e intelectual de Góngora, sus tesis historiográficas no alcanzan la agudeza de Edwards y por cierto, no escribió tan bien como Encina. Vial es un historiador muy de trinchera y eso lo hace más vulgar”, dice Alfredo Jocelyn-Holt.
“Tampoco entiendo que haya hecho Historia por encargo, como su libro sobre Agustín Edwards, el de Arturo Prat para la Armada y el de la Sudamericana de Vapores, que le pidió Ricardo Claro. Los grandes historiadores no escriben a sueldo”.
Plan Zeta: “Fraude o incompetente”
Para Jocelyn-Holt su autoría del “Libro blanco” lo “tacha” como alguien nada veraz. “Se basó en fuentes falsas, sobre las cuales hay dos hipótesis posibles: o lo sabía o lo ignoraba. El primer caso es hacer de la Historia un fraude, el segundo, es ser un incompetente”.
“Lo más curioso es que nunca lo reconoció”, agrega Peralta, “y tampoco sale mencionado en las apologías del fin de semana: El Mercurio casi sacó un suplemento sobre él y del ‘Plan Zeta’ ni una palabra”.
Columnista de trinchera
“Pongo en duda que haya sido tan buen polemista y tampoco creo que haya sido un escritor ameno. A veces colindaba con la chismografía, como en su biografía de Jorge Alessandri. Cuando toca el tema de su sexualidad, para decir que no era gay -un tema que para mi gusto no corresponde, pero que a él le encantaba-, menciona a una señora, con nombre y apellido, como testigo de haberlo visto con pijama de moletón, algo que no prueba nada ni tiene que ver. Se metió a la cama con los dos, literalmente”, sostiene Jocelyn-Holt.
¿Derechos Humanos?
Según Peralta, “siempre pretendió, desde el oficio, justificar la legitimidad del golpe y su brutalidad, para él, ‘excesos esporádicos’. Trató de salir de la burbuja a lo Madariaga, pero la información que tomó no le sirvió para revisar profundamente su posición, sino para atrincherarse más en su tesis de los excesos”.
“Me llama la atención que haya contribuido a la violación de los DDHH y luego aparezca defendiéndolos. Eso influyó en su desaparición de la escena pública”, cuenta el Premio Nacional de Historia 2006, Gabriel Salazar, quien pudo haber cambiado su suerte en la entrega del Premio Nacional 2008 que finalmente se dirimió por tres votos contra dos: “A pesar de tener cualidades, cometió errores políticos que lo inhabilitaban”.
Apenas murió, saltaron las fraternales apologías a un historiador y periodista riguroso y preocupado de los DDHH. Nada del “Plan Zeta” que incluyó su “Libro blanco” y su metida de mano en la Comisión Rettig. Acá, sus colegas analizan su obra.
Foto: La Nación
Aunque como historiador, se le destaquen los cinco tomos de “Historia de Chile (1891-1973)”, el famoso “Plan Zeta” fue su marca: Una supuesta estrategia para asesinar a altos mandos de las FFAA consignada en su “Libro blanco del cambio de gobierno en Chile” y usada para justificar la represión y el asesinato de los opositores a la dictadura. La misma en la que participó como Ministro de Educación entre 1978 y 1979.
El hasta hace poco columnista del diario La Segunda, ejerció el oficio desde fines de los ‘60 en la revista Portada y luego como director de Qué pasa, publicaciones todas donde escribió sobre educación, temas valóricos y las responsabilidades de la izquierda en 1973, a pesar de que él no reconoció la tergiversación y omisión de hechos durante la elaboración del Informe Rettig, para disminuir los crímenes de la Armada y el número de víctimas, cuando fue parte de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación.
Historiador a sueldo
“Se embarcó en hacer un proyecto metódico de Historia General y eso es valioso. Pero los análisis son bien pobres, descriptivos y acumulativos, aunque como material, sirven”, explica Gonzalo Peralta.
“Vial es parte de una escuela conservadora historiográfica muy importante en Chile, a la que pertenecen Jaime Eyzaguirre, Mario Góngora, Alberto Edwards y Francisco Encina. Pero a mi juicio no está a la altura de ellos. No hizo escuela como Eyzaguirre, no tuvo el peso filosófico, histórico e intelectual de Góngora, sus tesis historiográficas no alcanzan la agudeza de Edwards y por cierto, no escribió tan bien como Encina. Vial es un historiador muy de trinchera y eso lo hace más vulgar”, dice Alfredo Jocelyn-Holt.
“Tampoco entiendo que haya hecho Historia por encargo, como su libro sobre Agustín Edwards, el de Arturo Prat para la Armada y el de la Sudamericana de Vapores, que le pidió Ricardo Claro. Los grandes historiadores no escriben a sueldo”.
Plan Zeta: “Fraude o incompetente”
Para Jocelyn-Holt su autoría del “Libro blanco” lo “tacha” como alguien nada veraz. “Se basó en fuentes falsas, sobre las cuales hay dos hipótesis posibles: o lo sabía o lo ignoraba. El primer caso es hacer de la Historia un fraude, el segundo, es ser un incompetente”.
“Lo más curioso es que nunca lo reconoció”, agrega Peralta, “y tampoco sale mencionado en las apologías del fin de semana: El Mercurio casi sacó un suplemento sobre él y del ‘Plan Zeta’ ni una palabra”.
Columnista de trinchera
“Pongo en duda que haya sido tan buen polemista y tampoco creo que haya sido un escritor ameno. A veces colindaba con la chismografía, como en su biografía de Jorge Alessandri. Cuando toca el tema de su sexualidad, para decir que no era gay -un tema que para mi gusto no corresponde, pero que a él le encantaba-, menciona a una señora, con nombre y apellido, como testigo de haberlo visto con pijama de moletón, algo que no prueba nada ni tiene que ver. Se metió a la cama con los dos, literalmente”, sostiene Jocelyn-Holt.
¿Derechos Humanos?
Según Peralta, “siempre pretendió, desde el oficio, justificar la legitimidad del golpe y su brutalidad, para él, ‘excesos esporádicos’. Trató de salir de la burbuja a lo Madariaga, pero la información que tomó no le sirvió para revisar profundamente su posición, sino para atrincherarse más en su tesis de los excesos”.
“Me llama la atención que haya contribuido a la violación de los DDHH y luego aparezca defendiéndolos. Eso influyó en su desaparición de la escena pública”, cuenta el Premio Nacional de Historia 2006, Gabriel Salazar, quien pudo haber cambiado su suerte en la entrega del Premio Nacional 2008 que finalmente se dirimió por tres votos contra dos: “A pesar de tener cualidades, cometió errores políticos que lo inhabilitaban”.
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