Patagonia Occidental de Hans Steffen
En la Patagonia en 1902 Steffen fue miembro de la Comisión Arbitral Chilena, del Tribunal Arbitral de Londres. PROYECTO BICENTENARIO Geografía Austral:
Reeditan libro Patagonia Occidental de Hans Steffen
A instancias del Consejo Nacional del Libro y de la Universidad de Chile vuelve a la imprenta la valiosa obra de geografía pionera en el conocimiento de las cordilleras patagónicas del extremo sur.
El Mercurio Artes y Letras domingo 6 de diciembre de 2009
EUGENIO ASPILLAGA FONTAINE y LUIS CATALÁN TORRES
En 1889, a la edad de 24 años, llega a Chile el Dr. Friedrich Emil Hans Steffen Hoffman, dentro del grupo de sabios alemanes contratados por el gobierno chileno para apoyar la formación de profesores secundarios en el recién formado Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Allí, Hans Steffen sería el fundador de la carrera de Geografía, desde donde formó a generaciones de educadores. Pero la obra más importante de Hans Steffen fueron sus nueve viajes de exploración a la Patagonia Occidental, tanto por interés propio como por encargo del Gobierno Chileno y su importante trabajo como perito de la parte chilena en el arbitraje de 1898-1902 en Londres, donde fue invaluable su trabajo y los antecedentes que aportó para sustentar la tesis chilena del "divortium aquarum continental".
Fue, en buena medida, con el trabajo de Steffen que, más allá de la presencia de colonos que habían ido poblando lentamente la Patagonia, ella comienza a ser valorada como un territorio a descubrir en sus potencialidades y así constituirse en parte integrante de la identidad nacional.
No es aventurado afirmar que para Steffen era atractivo el venir a Chile, porque le abría la posibilidad de poder explorar parte de los pocos territorios desconocidos que iban quedando en el planeta.
El mismo Steffen nos cuenta que, en 1892, consiguió interesar al entonces perito de la Comisión de Límites y Rector de la Universidad de Chile, Diego Barros Arana, en sus proyectos y obtener por su intermediación las comisiones del gobierno y los recursos necesarios para una serie de viajes de exploración y estudio en las cordilleras patagónicas, región poco conocida y donde con toda probabilidad se iban a producir dificultades en el arreglo del límite internacional.
El escritor Manuel Rojas (1896-1973), Premio Nacional de Literatura 1957, conoció los trabajos de Steffen primero por el homenaje que se le hiciera en la Revista Anales de la Universidad de Chile en 1937 con ocasión de su muerte. Años después le tocó revisar el libro Patagonia Occidental y pudo darse cuenta "de la real magnitud de los trabajos de Steffen, no tan sólo en lo que significaron como estudio y exploración de la región patagónica, significación que ha sido tan vastamente reconocida y elogiada sino que, además, como esfuerzo personal". Escribe Rojas:
"Si Hans Steffen no dejó sus talones en los valles, quebradas, montañas, mesetas y riberas lacustres y fluviales de la Patagonia occidental, fue porque en realidad deben de haber sido tan duros y resistentes como los de cualquier héroe antiguo o moderno, desde Aquiles hasta don Diego de Almeyda; porque no se trataba, allí, de viajar cómodamente, en automóvil, a caballo o en mula; una mula resultaba allí tan útil como una bicicleta, sino incómodamente, a pie mi alma, a través de centenares de kilómetros de una de las tierras más irregulares del mundo, cruzando ríos, lagos, lagunas, fiordos, canales, bosques, montañas, pantanos y mesetas, ayudándose a veces las embarcaciones que los mocetones chilotes acarreaban a hombros desde el mar y otras por balsas que construían ellos mismos; y todo esto en medio de lluvias, nevazones, temporales de viento, incendios de bosques, hambrunas y hasta atropellos policiales."
Rojas también percibe que Steffen, escribiendo, «no puede parecerse ni de lejos a Darwin, y ni siquiera a Humboldt, como narrador de viajes y de exploraciones», verdaderos dioses mayores, lo que atribuye a que Steffen no era filósofo ni naturalista; y lo explica en que «era, simplemente, un geógrafo y no veía del terreno que pisaba sino lo que el terreno tenía de interés para un geógrafo; lo demás, por lo menos así lo demuestra en su libro (Patagonia Occidental), no existía para él". Pero, a pesar de la parquedad de Steffen, Rojas ve que "este alemán que jamás habla de sí mismo como persona y que rara vez habla de los demás; este alemán modesto y silencioso, que marcha hacia su valle, su río o su portezuela como una rapaz vuela hacia su presa, sin vacilar; este alemán que seguramente vivió y murió pobre; este alemán que dio sus mejores años en pro de una causa que era la suya sólo desde el punto de vista geográfico, termina por imponerse: es una calidad distinta de la que amamos, pero tiene calidad; no ve las flores ni las mariposas, pero descubre lagos; no ve los pájaros sino cuando están en gran cantidad, pero halla, en un solo viaje, varios preciosos ríos; no ve los hombres, pero tiene en la cabeza, como una pantalla, toda la maravillosa tierra patagónica". Para Rojas, Steffen no será uno de sus dioses mayores, pero sí será uno de esos dioses menores que también lo acompañan a uno toda una vida.
En 1889, a la edad de 24 años, llega a Chile el Dr. Friedrich Emil Hans Steffen Hoffman, dentro del grupo de sabios alemanes contratados por el gobierno chileno para apoyar la formación de profesores secundarios en el recién formado Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Allí, Hans Steffen sería el fundador de la carrera de Geografía, desde donde formó a generaciones de educadores. Pero la obra más importante de Hans Steffen fueron sus nueve viajes de exploración a la Patagonia Occidental, tanto por interés propio como por encargo del Gobierno Chileno y su importante trabajo como perito de la parte chilena en el arbitraje de 1898-1902 en Londres, donde fue invaluable su trabajo y los antecedentes que aportó para sustentar la tesis chilena del "divortium aquarum continental".
Fue, en buena medida, con el trabajo de Steffen que, más allá de la presencia de colonos que habían ido poblando lentamente la Patagonia, ella comienza a ser valorada como un territorio a descubrir en sus potencialidades y así constituirse en parte integrante de la identidad nacional.
No es aventurado afirmar que para Steffen era atractivo el venir a Chile, porque le abría la posibilidad de poder explorar parte de los pocos territorios desconocidos que iban quedando en el planeta.
El mismo Steffen nos cuenta que, en 1892, consiguió interesar al entonces perito de la Comisión de Límites y Rector de la Universidad de Chile, Diego Barros Arana, en sus proyectos y obtener por su intermediación las comisiones del gobierno y los recursos necesarios para una serie de viajes de exploración y estudio en las cordilleras patagónicas, región poco conocida y donde con toda probabilidad se iban a producir dificultades en el arreglo del límite internacional.
El escritor Manuel Rojas (1896-1973), Premio Nacional de Literatura 1957, conoció los trabajos de Steffen primero por el homenaje que se le hiciera en la Revista Anales de la Universidad de Chile en 1937 con ocasión de su muerte. Años después le tocó revisar el libro Patagonia Occidental y pudo darse cuenta "de la real magnitud de los trabajos de Steffen, no tan sólo en lo que significaron como estudio y exploración de la región patagónica, significación que ha sido tan vastamente reconocida y elogiada sino que, además, como esfuerzo personal". Escribe Rojas:
"Si Hans Steffen no dejó sus talones en los valles, quebradas, montañas, mesetas y riberas lacustres y fluviales de la Patagonia occidental, fue porque en realidad deben de haber sido tan duros y resistentes como los de cualquier héroe antiguo o moderno, desde Aquiles hasta don Diego de Almeyda; porque no se trataba, allí, de viajar cómodamente, en automóvil, a caballo o en mula; una mula resultaba allí tan útil como una bicicleta, sino incómodamente, a pie mi alma, a través de centenares de kilómetros de una de las tierras más irregulares del mundo, cruzando ríos, lagos, lagunas, fiordos, canales, bosques, montañas, pantanos y mesetas, ayudándose a veces las embarcaciones que los mocetones chilotes acarreaban a hombros desde el mar y otras por balsas que construían ellos mismos; y todo esto en medio de lluvias, nevazones, temporales de viento, incendios de bosques, hambrunas y hasta atropellos policiales."
Rojas también percibe que Steffen, escribiendo, «no puede parecerse ni de lejos a Darwin, y ni siquiera a Humboldt, como narrador de viajes y de exploraciones», verdaderos dioses mayores, lo que atribuye a que Steffen no era filósofo ni naturalista; y lo explica en que «era, simplemente, un geógrafo y no veía del terreno que pisaba sino lo que el terreno tenía de interés para un geógrafo; lo demás, por lo menos así lo demuestra en su libro (Patagonia Occidental), no existía para él". Pero, a pesar de la parquedad de Steffen, Rojas ve que "este alemán que jamás habla de sí mismo como persona y que rara vez habla de los demás; este alemán modesto y silencioso, que marcha hacia su valle, su río o su portezuela como una rapaz vuela hacia su presa, sin vacilar; este alemán que seguramente vivió y murió pobre; este alemán que dio sus mejores años en pro de una causa que era la suya sólo desde el punto de vista geográfico, termina por imponerse: es una calidad distinta de la que amamos, pero tiene calidad; no ve las flores ni las mariposas, pero descubre lagos; no ve los pájaros sino cuando están en gran cantidad, pero halla, en un solo viaje, varios preciosos ríos; no ve los hombres, pero tiene en la cabeza, como una pantalla, toda la maravillosa tierra patagónica". Para Rojas, Steffen no será uno de sus dioses mayores, pero sí será uno de esos dioses menores que también lo acompañan a uno toda una vida.
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