En Vitacura, en una casona ocupada por un colectivo de artistas, tiene su taller Carolina Larrea.
El Mercurio VIVIENDA Y DECORACIÓN Sábado 11 de Marzo de 2006
Fibras para crear
En Vitacura, en una casona ocupada por un colectivo de artistas, tiene su taller Carolina Larrea. Allí elabora papel con fibras vegetales para convertirlo en "soporte de obra". Sus creaciones incluyen libros de artistas, encuadernaciones y principalmente el traspaso de la imagen fotográfica al papel, técnica con la que busca conmover "a través de la belleza y la delicadeza".
Texto, Soledad Villagrán Varela / Fotografías, Julio Maillard
Al verla hacer olas en una pequeña batea, sujetando una esterilla entre dos marcos para conseguir papel japonés, se comprende que para Carolina Larrea (38) esto de los pliegos elaborados artesanalmente es una verdadera pasión. El delicado proceso, que requiere de concentración y fuerza de brazos, lo lleva a cabo como si se tratara de un rito solemne, muy acorde con su idea de hacer educación papelera en un país donde hay "cero tradición" en este oficio, según dice.
Carolina tiene la gracia y el cuerpo de una bailarina y además una cara exótica que hace suponer ancestros orientales. Pero no hay tales. Sí existió una fuerte relación de ella con la danza, su "campo de expresión" durante la niñez, que terminó abruptamente a los 16 años por una lesión. Sin embargo, este aprendizaje siguió patente en su posterior trabajo con la fotografía: "Me interesa mostrar la gracia del movimiento, la presencia coreográfica de la imagen y los estados del alma", explica.
Hábil para las manualidades, después del colegio entró a estudiar Arte en la Universidad Católica. Lo interesante es que llegó sin pretensiones y sin muchas expectativas, por lo tanto se dedicó a descubrir las diferentes técnicas. Pintó por primera vez y conoció el grabado en metal, que simplemente le fascinó "porque no es inmediato, en el fondo es un diálogo continuo con la matriz que vas interviniendo". Con ácidos y punzones grababa formas abstractas. Y paralelamente se aficionaba a la fotografía, retratando figura humana. Confiesa que nunca pudo juntar estas técnicas: "Podría haber hecho fotograbados, pero no es el resultado que quería".
En un viaje a México, en 1994, descubrió el papel. "Lo vi en la Escuela de Artes y Oficios de San Miguel de Allende. Había un taller de papel reciclado. Aluciné con lo que vi y tomé fotos de cada paso", recuerda. Al volver a Chile contactó a Iván Pérez, quien le dio recetas y le mostró papeles que había hecho con vegetales. Carolina se puso a experimentar con fibras de hojas y ramas de la flor del cardo, pita, ágave, chagual y con piñas y zanahorias, para conseguir un material que le sirviera "como soporte de obra".
Lleva más de diez años traspasando la imagen fotográfica al papel de fibra vegetal, con una técnica antigua de xilografía japonesa. A estos trabajos desarrollados en su taller ( www.carolinalarrea.com, teléfono 09 432 9935), Carolina incorpora nervaduras de hojas, hilos de papel, arena y pigmentos. Además, recientemente está incursionando en encuadernaciones y libros de artistas.
A las técnicas de inmersión y secado que maneja para conseguir diferentes texturas y grosor de láminas, sumó el año pasado la elaboración de papel japonés, que en rigor ya venía trabajando por su cuenta en forma autodidacta, pero que luego de tener clases con Timothy Barrett asumió que debía comenzar de nuevo. Las sesiones fueron el semestre pasado en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, donde Carolina iba incluso los fines de semana para sumergirse en el taller y trabajar la técnica. "Aparte de ser interesante en su proceso, el resultado del papel es más lindo, firme y transparente", comenta.
Fibras para crear
En Vitacura, en una casona ocupada por un colectivo de artistas, tiene su taller Carolina Larrea. Allí elabora papel con fibras vegetales para convertirlo en "soporte de obra". Sus creaciones incluyen libros de artistas, encuadernaciones y principalmente el traspaso de la imagen fotográfica al papel, técnica con la que busca conmover "a través de la belleza y la delicadeza".
Texto, Soledad Villagrán Varela / Fotografías, Julio Maillard
Al verla hacer olas en una pequeña batea, sujetando una esterilla entre dos marcos para conseguir papel japonés, se comprende que para Carolina Larrea (38) esto de los pliegos elaborados artesanalmente es una verdadera pasión. El delicado proceso, que requiere de concentración y fuerza de brazos, lo lleva a cabo como si se tratara de un rito solemne, muy acorde con su idea de hacer educación papelera en un país donde hay "cero tradición" en este oficio, según dice.
Carolina tiene la gracia y el cuerpo de una bailarina y además una cara exótica que hace suponer ancestros orientales. Pero no hay tales. Sí existió una fuerte relación de ella con la danza, su "campo de expresión" durante la niñez, que terminó abruptamente a los 16 años por una lesión. Sin embargo, este aprendizaje siguió patente en su posterior trabajo con la fotografía: "Me interesa mostrar la gracia del movimiento, la presencia coreográfica de la imagen y los estados del alma", explica.
Hábil para las manualidades, después del colegio entró a estudiar Arte en la Universidad Católica. Lo interesante es que llegó sin pretensiones y sin muchas expectativas, por lo tanto se dedicó a descubrir las diferentes técnicas. Pintó por primera vez y conoció el grabado en metal, que simplemente le fascinó "porque no es inmediato, en el fondo es un diálogo continuo con la matriz que vas interviniendo". Con ácidos y punzones grababa formas abstractas. Y paralelamente se aficionaba a la fotografía, retratando figura humana. Confiesa que nunca pudo juntar estas técnicas: "Podría haber hecho fotograbados, pero no es el resultado que quería".
En un viaje a México, en 1994, descubrió el papel. "Lo vi en la Escuela de Artes y Oficios de San Miguel de Allende. Había un taller de papel reciclado. Aluciné con lo que vi y tomé fotos de cada paso", recuerda. Al volver a Chile contactó a Iván Pérez, quien le dio recetas y le mostró papeles que había hecho con vegetales. Carolina se puso a experimentar con fibras de hojas y ramas de la flor del cardo, pita, ágave, chagual y con piñas y zanahorias, para conseguir un material que le sirviera "como soporte de obra".
Lleva más de diez años traspasando la imagen fotográfica al papel de fibra vegetal, con una técnica antigua de xilografía japonesa. A estos trabajos desarrollados en su taller ( www.carolinalarrea.com, teléfono 09 432 9935), Carolina incorpora nervaduras de hojas, hilos de papel, arena y pigmentos. Además, recientemente está incursionando en encuadernaciones y libros de artistas.
A las técnicas de inmersión y secado que maneja para conseguir diferentes texturas y grosor de láminas, sumó el año pasado la elaboración de papel japonés, que en rigor ya venía trabajando por su cuenta en forma autodidacta, pero que luego de tener clases con Timothy Barrett asumió que debía comenzar de nuevo. Las sesiones fueron el semestre pasado en la Universidad de Iowa, Estados Unidos, donde Carolina iba incluso los fines de semana para sumergirse en el taller y trabajar la técnica. "Aparte de ser interesante en su proceso, el resultado del papel es más lindo, firme y transparente", comenta.
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