ARTURO FONTAINE
Subterráneos de la historia
La tercera novela de Arturo Fontaine (1952), La vida doble , aborda desde un punto de vista en extremo focalizado, en un verdadero escorzo narrativo, los desgarros políticos padecidos por Chile a partir de la década del 70. Las coordenadas políticas e ideológicas mundiales y nacionales del período están, por cierto, aludidas, en el discurso, pero como segundo plano sobre el que se desplazan, en sus madrigueras, las vidas de los subversivos clandestinos y el sustrato más bajo de la ingeniería represiva del régimen. A ese nicho apunta la mirada del autor.
El Mercurio Revista de Libros Santiago de Chile
domingo 12 de septiembre de 2010
Actualizado a las 6:25 hrs.
La novela narra la historia de Irene (o "Lorena"), partícipe entusiasta de un grupo ("Hacha Roja") que ha optado por la vía armada para llevar a cabo la revolución, sus frustraciones, desilusiones y angustias ("combatiente o madre"), que la llevan a cambiarse de bando y convertirse en delatora de sus antiguos compañeros.
El relato lo lleva a cabo la propia protagonista, Irene, ya vieja y aquejada de un cáncer terminal, desde Suecia, en una suerte de largo monólogo a través del cual ajusta cuentas consigo misma y recuerda con monstruosa memoria detalles de su vida pasada. Al narrar, Irene no está sola: un personaje anónimo, un "tú", que le ha solicitado una entrevista ("de cinco horas"), la escucha y toma apuntes en su libreta. Su propósito es escribir a partir de ese testimonio una novela (la novela que estamos leyendo), cuya viabilidad Irene varias veces pone en duda. El monólogo es, por lo tanto, simuladamente oral (hay frecuentes marcas de ese registro y de informalidad coloquial), pero en su gran mayoría discurre de la mano de una escritura elaborada que completa (con la investigación o la imaginación) detalles y diálogos y desarrolla perspicaces reflexiones. El segundo narrador, presente pero silencioso, cuyos vestigios callados en el texto son amplios e innegables, tiene la responsabilidad del testigo: mostrar, sin juzgar, los hechos acaecidos. Hay, pues, en la novela de Fontaine una tensión fuerte, porque si bien ficciona, subyace una suspicacia acerca de las posibilidades de la ficción para narrar estos horrorosos hechos. La inclusión, al final del libro, de una sección titulada "fuentes", pareciera un intento de conectar (y sostener) esta novela con el género del reportaje o de la investigación histórica.
Uno de los ejes temáticos más importantes de esta perturbadora novela es la permanente puesta en escena de la lealtad y la traición, las fisuras y pliegues que la reclaman, la hieren y revuelcan. Irene traiciona (porque no soporta la extorsión moral) a sus compañeros de lucha armada y, luego, vuelve a traicionar (ahora reclamada por la justicia) a sus compañeros de la Central de Inteligencia, seres con los cuales tuvo lazos afectivos profundos.
Fontaine no ahorra en La vida doble la aspereza en lenguaje y contenidos: es una novela ruda, y su mayor rudeza radica en que elude juicios y conclusiones fáciles que le eviten al lector tomar sus propias posiciones. Fuerza (y remueve), en otras palabras, a la actividad moral del lector, que desde sus propios principios y convicciones tiene que internarse en los recovecos de esta tenebrosa historia.
Las técnicas narrativas de Fontaine son sobresalientes en el momento de describir escenas violentas y confusas: el asalto a la casa de cambio (un episodio esencial en la vida de Irene) y, en paralelo, la captura del jefe subversivo apodado "Hueso" (en la primera Irene está a un lado de la guerrilla; ya al otro lado, en la segunda), balaceras ambas que duran muy pocos minutos, el autor logra, de un modo más que cinematográfico, poner al lector en el momento y lugar de los hechos, expandiendo el tiempo ("Uno no se imagina lo que cabe en un minuto") y moviéndose raudo por estrechos e inciertos espacios.
La temporalidad, en general es fácil de seguir, pero merece destacar el uso matizado de los tiempos verbales. En efecto, si bien -como en todo relato retrospectivo- priman aquí los pretéritos indefinidos o imperfectos, también en los momentos de mayor concentración de la acción, el autor emplea directamente el presente, alcanzando, mediante frases cortas, una sensación de inmediatez angustiante ("Lo siento alejarse. Oigo el murmullo de los otros. No pienso en la muerte. Pienso: ¿me habrá ido a buscar agua? Deben tener una cantimplora con agua tibia y gusto a metal, pero agua al fin. Toma, me dice: Échate un trago, mierda").
La vida doble , con una estructura aparentemente simple, deudora en parte del thriller de acción y la novela de espionaje, encierra misterios y sorpresas que enganchan al lector y lo internan, sin anestesia y con verdad, en los mecanismos psicológicos torcidos que afloran en tiempos de terror.
Pedro Gandolfo
El Mercurio Domingo 12 de Septiembre de 2010
Subterráneos de la historia
La tercera novela de Arturo Fontaine (1952), La vida doble , aborda desde un punto de vista en extremo focalizado, en un verdadero escorzo narrativo, los desgarros políticos padecidos por Chile a partir de la década del 70. Las coordenadas políticas e ideológicas mundiales y nacionales del período están, por cierto, aludidas, en el discurso, pero como segundo plano sobre el que se desplazan, en sus madrigueras, las vidas de los subversivos clandestinos y el sustrato más bajo de la ingeniería represiva del régimen. A ese nicho apunta la mirada del autor.
La novela narra la historia de Irene (o "Lorena"), partícipe entusiasta de un grupo ("Hacha Roja") que ha optado por la vía armada para llevar a cabo la revolución, sus frustraciones, desilusiones y angustias ("combatiente o madre"), que la llevan a cambiarse de bando y convertirse en delatora de sus antiguos compañeros.
El relato lo lleva a cabo la propia protagonista, Irene, ya vieja y aquejada de un cáncer terminal, desde Suecia, en una suerte de largo monólogo a través del cual ajusta cuentas consigo misma y recuerda con monstruosa memoria detalles de su vida pasada. Al narrar, Irene no está sola: un personaje anónimo, un "tú", que le ha solicitado una entrevista ("de cinco horas"), la escucha y toma apuntes en su libreta. Su propósito es escribir a partir de ese testimonio una novela (la novela que estamos leyendo), cuya viabilidad Irene varias veces pone en duda. El monólogo es, por lo tanto, simuladamente oral (hay frecuentes marcas de ese registro y de informalidad coloquial), pero en su gran mayoría discurre de la mano de una escritura elaborada que completa (con la investigación o la imaginación) detalles y diálogos y desarrolla perspicaces reflexiones. El segundo narrador, presente pero silencioso, cuyos vestigios callados en el texto son amplios e innegables, tiene la responsabilidad del testigo: mostrar, sin juzgar, los hechos acaecidos. Hay, pues, en la novela de Fontaine una tensión fuerte, porque si bien ficciona, subyace una suspicacia acerca de las posibilidades de la ficción para narrar estos horrorosos hechos. La inclusión, al final del libro, de una sección titulada "fuentes", pareciera un intento de conectar (y sostener) esta novela con el género del reportaje o de la investigación histórica.
Uno de los ejes temáticos más importantes de esta perturbadora novela es la permanente puesta en escena de la lealtad y la traición, las fisuras y pliegues que la reclaman, la hieren y revuelcan. Irene traiciona (porque no soporta la extorsión moral) a sus compañeros de lucha armada y, luego, vuelve a traicionar (ahora reclamada por la justicia) a sus compañeros de la Central de Inteligencia, seres con los cuales tuvo lazos afectivos profundos.
Fontaine no ahorra en La vida doble la aspereza en lenguaje y contenidos: es una novela ruda, y su mayor rudeza radica en que elude juicios y conclusiones fáciles que le eviten al lector tomar sus propias posiciones. Fuerza (y remueve), en otras palabras, a la actividad moral del lector, que desde sus propios principios y convicciones tiene que internarse en los recovecos de esta tenebrosa historia.
Las técnicas narrativas de Fontaine son sobresalientes en el momento de describir escenas violentas y confusas: el asalto a la casa de cambio (un episodio esencial en la vida de Irene) y, en paralelo, la captura del jefe subversivo apodado "Hueso" (en la primera Irene está a un lado de la guerrilla; ya al otro lado, en la segunda), balaceras ambas que duran muy pocos minutos, el autor logra, de un modo más que cinematográfico, poner al lector en el momento y lugar de los hechos, expandiendo el tiempo ("Uno no se imagina lo que cabe en un minuto") y moviéndose raudo por estrechos e inciertos espacios.
La temporalidad, en general es fácil de seguir, pero merece destacar el uso matizado de los tiempos verbales. En efecto, si bien -como en todo relato retrospectivo- priman aquí los pretéritos indefinidos o imperfectos, también en los momentos de mayor concentración de la acción, el autor emplea directamente el presente, alcanzando, mediante frases cortas, una sensación de inmediatez angustiante ("Lo siento alejarse. Oigo el murmullo de los otros. No pienso en la muerte. Pienso: ¿me habrá ido a buscar agua? Deben tener una cantimplora con agua tibia y gusto a metal, pero agua al fin. Toma, me dice: Échate un trago, mierda").
La vida doble , con una estructura aparentemente simple, deudora en parte del thriller de acción y la novela de espionaje, encierra misterios y sorpresas que enganchan al lector y lo internan, sin anestesia y con verdad, en los mecanismos psicológicos torcidos que afloran en tiempos de terror.
La tercera novela de Arturo Fontaine (1952), La vida doble , aborda desde un punto de vista en extremo focalizado, en un verdadero escorzo narrativo, los desgarros políticos padecidos por Chile a partir de la década del 70. Las coordenadas políticas e ideológicas mundiales y nacionales del período están, por cierto, aludidas, en el discurso, pero como segundo plano sobre el que se desplazan, en sus madrigueras, las vidas de los subversivos clandestinos y el sustrato más bajo de la ingeniería represiva del régimen. A ese nicho apunta la mirada del autor.
El Mercurio Revista de Libros Santiago de Chile
domingo 12 de septiembre de 2010
Actualizado a las 6:25 hrs.
La novela narra la historia de Irene (o "Lorena"), partícipe entusiasta de un grupo ("Hacha Roja") que ha optado por la vía armada para llevar a cabo la revolución, sus frustraciones, desilusiones y angustias ("combatiente o madre"), que la llevan a cambiarse de bando y convertirse en delatora de sus antiguos compañeros.
El relato lo lleva a cabo la propia protagonista, Irene, ya vieja y aquejada de un cáncer terminal, desde Suecia, en una suerte de largo monólogo a través del cual ajusta cuentas consigo misma y recuerda con monstruosa memoria detalles de su vida pasada. Al narrar, Irene no está sola: un personaje anónimo, un "tú", que le ha solicitado una entrevista ("de cinco horas"), la escucha y toma apuntes en su libreta. Su propósito es escribir a partir de ese testimonio una novela (la novela que estamos leyendo), cuya viabilidad Irene varias veces pone en duda. El monólogo es, por lo tanto, simuladamente oral (hay frecuentes marcas de ese registro y de informalidad coloquial), pero en su gran mayoría discurre de la mano de una escritura elaborada que completa (con la investigación o la imaginación) detalles y diálogos y desarrolla perspicaces reflexiones. El segundo narrador, presente pero silencioso, cuyos vestigios callados en el texto son amplios e innegables, tiene la responsabilidad del testigo: mostrar, sin juzgar, los hechos acaecidos. Hay, pues, en la novela de Fontaine una tensión fuerte, porque si bien ficciona, subyace una suspicacia acerca de las posibilidades de la ficción para narrar estos horrorosos hechos. La inclusión, al final del libro, de una sección titulada "fuentes", pareciera un intento de conectar (y sostener) esta novela con el género del reportaje o de la investigación histórica.
Uno de los ejes temáticos más importantes de esta perturbadora novela es la permanente puesta en escena de la lealtad y la traición, las fisuras y pliegues que la reclaman, la hieren y revuelcan. Irene traiciona (porque no soporta la extorsión moral) a sus compañeros de lucha armada y, luego, vuelve a traicionar (ahora reclamada por la justicia) a sus compañeros de la Central de Inteligencia, seres con los cuales tuvo lazos afectivos profundos.
Fontaine no ahorra en La vida doble la aspereza en lenguaje y contenidos: es una novela ruda, y su mayor rudeza radica en que elude juicios y conclusiones fáciles que le eviten al lector tomar sus propias posiciones. Fuerza (y remueve), en otras palabras, a la actividad moral del lector, que desde sus propios principios y convicciones tiene que internarse en los recovecos de esta tenebrosa historia.
Las técnicas narrativas de Fontaine son sobresalientes en el momento de describir escenas violentas y confusas: el asalto a la casa de cambio (un episodio esencial en la vida de Irene) y, en paralelo, la captura del jefe subversivo apodado "Hueso" (en la primera Irene está a un lado de la guerrilla; ya al otro lado, en la segunda), balaceras ambas que duran muy pocos minutos, el autor logra, de un modo más que cinematográfico, poner al lector en el momento y lugar de los hechos, expandiendo el tiempo ("Uno no se imagina lo que cabe en un minuto") y moviéndose raudo por estrechos e inciertos espacios.
La temporalidad, en general es fácil de seguir, pero merece destacar el uso matizado de los tiempos verbales. En efecto, si bien -como en todo relato retrospectivo- priman aquí los pretéritos indefinidos o imperfectos, también en los momentos de mayor concentración de la acción, el autor emplea directamente el presente, alcanzando, mediante frases cortas, una sensación de inmediatez angustiante ("Lo siento alejarse. Oigo el murmullo de los otros. No pienso en la muerte. Pienso: ¿me habrá ido a buscar agua? Deben tener una cantimplora con agua tibia y gusto a metal, pero agua al fin. Toma, me dice: Échate un trago, mierda").
La vida doble , con una estructura aparentemente simple, deudora en parte del thriller de acción y la novela de espionaje, encierra misterios y sorpresas que enganchan al lector y lo internan, sin anestesia y con verdad, en los mecanismos psicológicos torcidos que afloran en tiempos de terror.
Pedro Gandolfo
El Mercurio Domingo 12 de Septiembre de 2010
Subterráneos de la historia
La tercera novela de Arturo Fontaine (1952), La vida doble , aborda desde un punto de vista en extremo focalizado, en un verdadero escorzo narrativo, los desgarros políticos padecidos por Chile a partir de la década del 70. Las coordenadas políticas e ideológicas mundiales y nacionales del período están, por cierto, aludidas, en el discurso, pero como segundo plano sobre el que se desplazan, en sus madrigueras, las vidas de los subversivos clandestinos y el sustrato más bajo de la ingeniería represiva del régimen. A ese nicho apunta la mirada del autor.
La novela narra la historia de Irene (o "Lorena"), partícipe entusiasta de un grupo ("Hacha Roja") que ha optado por la vía armada para llevar a cabo la revolución, sus frustraciones, desilusiones y angustias ("combatiente o madre"), que la llevan a cambiarse de bando y convertirse en delatora de sus antiguos compañeros.
El relato lo lleva a cabo la propia protagonista, Irene, ya vieja y aquejada de un cáncer terminal, desde Suecia, en una suerte de largo monólogo a través del cual ajusta cuentas consigo misma y recuerda con monstruosa memoria detalles de su vida pasada. Al narrar, Irene no está sola: un personaje anónimo, un "tú", que le ha solicitado una entrevista ("de cinco horas"), la escucha y toma apuntes en su libreta. Su propósito es escribir a partir de ese testimonio una novela (la novela que estamos leyendo), cuya viabilidad Irene varias veces pone en duda. El monólogo es, por lo tanto, simuladamente oral (hay frecuentes marcas de ese registro y de informalidad coloquial), pero en su gran mayoría discurre de la mano de una escritura elaborada que completa (con la investigación o la imaginación) detalles y diálogos y desarrolla perspicaces reflexiones. El segundo narrador, presente pero silencioso, cuyos vestigios callados en el texto son amplios e innegables, tiene la responsabilidad del testigo: mostrar, sin juzgar, los hechos acaecidos. Hay, pues, en la novela de Fontaine una tensión fuerte, porque si bien ficciona, subyace una suspicacia acerca de las posibilidades de la ficción para narrar estos horrorosos hechos. La inclusión, al final del libro, de una sección titulada "fuentes", pareciera un intento de conectar (y sostener) esta novela con el género del reportaje o de la investigación histórica.
Uno de los ejes temáticos más importantes de esta perturbadora novela es la permanente puesta en escena de la lealtad y la traición, las fisuras y pliegues que la reclaman, la hieren y revuelcan. Irene traiciona (porque no soporta la extorsión moral) a sus compañeros de lucha armada y, luego, vuelve a traicionar (ahora reclamada por la justicia) a sus compañeros de la Central de Inteligencia, seres con los cuales tuvo lazos afectivos profundos.
Fontaine no ahorra en La vida doble la aspereza en lenguaje y contenidos: es una novela ruda, y su mayor rudeza radica en que elude juicios y conclusiones fáciles que le eviten al lector tomar sus propias posiciones. Fuerza (y remueve), en otras palabras, a la actividad moral del lector, que desde sus propios principios y convicciones tiene que internarse en los recovecos de esta tenebrosa historia.
Las técnicas narrativas de Fontaine son sobresalientes en el momento de describir escenas violentas y confusas: el asalto a la casa de cambio (un episodio esencial en la vida de Irene) y, en paralelo, la captura del jefe subversivo apodado "Hueso" (en la primera Irene está a un lado de la guerrilla; ya al otro lado, en la segunda), balaceras ambas que duran muy pocos minutos, el autor logra, de un modo más que cinematográfico, poner al lector en el momento y lugar de los hechos, expandiendo el tiempo ("Uno no se imagina lo que cabe en un minuto") y moviéndose raudo por estrechos e inciertos espacios.
La temporalidad, en general es fácil de seguir, pero merece destacar el uso matizado de los tiempos verbales. En efecto, si bien -como en todo relato retrospectivo- priman aquí los pretéritos indefinidos o imperfectos, también en los momentos de mayor concentración de la acción, el autor emplea directamente el presente, alcanzando, mediante frases cortas, una sensación de inmediatez angustiante ("Lo siento alejarse. Oigo el murmullo de los otros. No pienso en la muerte. Pienso: ¿me habrá ido a buscar agua? Deben tener una cantimplora con agua tibia y gusto a metal, pero agua al fin. Toma, me dice: Échate un trago, mierda").
La vida doble , con una estructura aparentemente simple, deudora en parte del thriller de acción y la novela de espionaje, encierra misterios y sorpresas que enganchan al lector y lo internan, sin anestesia y con verdad, en los mecanismos psicológicos torcidos que afloran en tiempos de terror.
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