GONZALO VIAL POR CRISTIAN GAZMURI
Gonzalo Vial y el siglo XX chileno
Su Historia de Chile (1891-1973) y las biografías de Alessandri y Pinochet convierten al historiador fallecido el viernes pasado en una figura más compleja de lo que se piensa. Fue capaz de retractarse de ciertas interpretaciones y quizá sea el más consultado respecto de los primeros 40 años de nuestro siglo XX.
por Cristián Gazmuri
Su Historia de Chile (1891-1973) y las biografías de Alessandri y Pinochet convierten al historiador fallecido el viernes pasado en una figura más compleja de lo que se piensa. Fue capaz de retractarse de ciertas interpretaciones y quizá sea el más consultado respecto de los primeros 40 años de nuestro siglo XX.
por Cristián Gazmuri
La Tercera 01/11/2009 - 09:47
Gonzalo Vial Correa nació en 1930. Estudió Derecho en la Universidad Católica, pero se dedicó también a la historia de Chile. Discípulo de Jaime Eyzaguirre, fue un exponente de la historiografía conservadora. Demostró desde joven sus notables capacidades: sacó 35 puntos (el máximo) en el bachillerato y después ganó los premios Tocornal y Cruchaga Tocornal por su tesis, titulada El africano en el reino de Chile. Sin embargo, la joven estrella sufriría su primer eclipse cuando publicó Decadencia y ruina de los aztecas, un trabajo pobre para ser un tema mayor de la historia mundial.
Durante su juventud se dedicó principalmente a la abogacía e incursionó en política. Pasó un largo tiempo sin volver a publicar y, cuando volvió, en 1973, lo hizo de manera desafortunada: fue el redactor del Libro blanco del cambio de gobierno en Chile: 11 de septiembre de 1973, libro panfletario, falso y de una redacción cruel. Se comprende, pero no se justifica, que lo escribiera por el momento de crisis que pasaba Chile. Vial nunca se arrepintió. Después fue, por algunos meses, ministro de Educación del régimen militar, siendo reemplazado sin que le explicaran las razones. En 1985 escribió en revista Qué Pasa un artículo condenando la impunidad de los crímenes contra los opositores a Pinochet, concluyendo que "la responsabilidad histórica de estos crímenes es del Presidente de la República". Al hacerlo, el contradictorio Vial fue valiente.
Ya antes, sus actividades públicas no impidieron que en 1981 comenzara con la publicación de una monumental Historia de Chile 1891-1973. En los años siguientes aparecieron cinco tomos más, de modo que la obra llega hasta la época del Frente Popular.
El libro comienza afirmando la decadencia del Chile entre el suicidio de dos presidentes, Balmaceda y Allende. Primero critica a la República Parlamentaria y la oligarquía gobernante, a las que encuentra muchos defectos, pero sobre todo porque fue la época de la ruptura de los consensos fundamentales: primero el religioso, en relación al fin del catolicismo como religión de la totalidad de la población; luego el político, al dividirse la oligarquía como clase pública y elite natural de Chile; y finalmente el social, al iniciarse la pugna de la clase media y los sectores populares contra los sectores altos.
Sus hipótesis pueden ponerse en duda: ¿Existió ese consenso religioso hacia mediados del siglo XIX, con la masonería, fundada en 1850, los radicales hacia 1859 y una elite en gran medida laica y racionalista? ¿Qué consenso político se dio en la clase alta en el siglo XIX, con tres guerras civiles antes de la de 1891? En el caso social, efectivamente hubo ruptura a partir de la década de 1850, pero eso no fue un fenómeno chileno, sino mundial. Vial pensaba que esa pugna condujo a que "una generación, en una mañana primaveral, vio (viera) elevarse una columna de fuego (el 11 de septiembre de 1973)". ¿Es Vial un decadentista, como tantos historiadores? Sin duda, pero su concepto de decadencia, ¿es el mismo de Edwards, Encina o Góngora? Comparando a nuestros autores, se tiende a creer que la decadencia puede venir por varios caminos. La de Vial es una interpretación entre varias.
Mayor es el problema cuando comprobamos que en el quinto tomo de Vial, aparecido muchos años después del primero, habla de mesocracia y no de mediocracia (palabra que sugería mediocridad), como lo había hecho al principio. La clase media, que ha entrado a gobernar Chile a partir de 1925, ya no le parece tan universalmente condenable y matiza considerablemente su mediocridad; incluso no deja de alabar a muchos de ellos. Se dirá que sólo los tontos no cambian de opinión cuando es preciso hacerlo, y Vial nunca tuvo un pelo de tonto.
Además de la confección de su obra magna, en 1995 publicó su mejor libro, Arturo Prat. El marino e intelectual es objeto de una buena investigación y, a mi juicio, acertada interpretación de su personalidad de hombre modesto, inteligente y eficiente. Siempre agudo, Vial no deja de hacer presentes algunos rasgos curiosos, como el hecho de que era espiritista.
En 1996 publicó, con Patricia Arancibia y Alvaro Góngora, Jorge Alessandri 1895-1986; una biografía, libro que deja que desear, pero que tampoco evita los aspectos curiosos y complejos de la personalidad del biografiado. El mismo año veía la luz su biografía Pinochet. No es una gran obra. Se refiere detalladamente a las violaciones a los derechos humanos, aunque omite información importante y, la última parte, es un canto de loas al dictador. Con todo, es la más completa (o al menos la más extensa) que existe al respecto.
Gonzalo Vial no fue un historiador con formación profesional. Pero quizá sea el más consultado en relación a los primeros 40 años de la historia del siglo XX chileno. Su prosa es amena, clara y muy entretenida, lo que le da un carácter fluido al relato. Sin embargo, sobre la metodología utilizada caben reparos. Cita muy pocas fuentes y relata con gran seguridad episodios sobre los que no pudo tener sino muy pocas pruebas. Se tiende a pensar a veces que mucho de lo relatado es más fruto de la fecunda inteligencia y capacidad deductiva de Vial. Con todo, es indudable que quien lea sus escritos sobre el siglo XX queda con una idea de esa época de la historia de Chile más completa que si ha leído cualquier otra historia general.
Gonzalo Vial Correa nació en 1930. Estudió Derecho en la Universidad Católica, pero se dedicó también a la historia de Chile. Discípulo de Jaime Eyzaguirre, fue un exponente de la historiografía conservadora. Demostró desde joven sus notables capacidades: sacó 35 puntos (el máximo) en el bachillerato y después ganó los premios Tocornal y Cruchaga Tocornal por su tesis, titulada El africano en el reino de Chile. Sin embargo, la joven estrella sufriría su primer eclipse cuando publicó Decadencia y ruina de los aztecas, un trabajo pobre para ser un tema mayor de la historia mundial.
Durante su juventud se dedicó principalmente a la abogacía e incursionó en política. Pasó un largo tiempo sin volver a publicar y, cuando volvió, en 1973, lo hizo de manera desafortunada: fue el redactor del Libro blanco del cambio de gobierno en Chile: 11 de septiembre de 1973, libro panfletario, falso y de una redacción cruel. Se comprende, pero no se justifica, que lo escribiera por el momento de crisis que pasaba Chile. Vial nunca se arrepintió. Después fue, por algunos meses, ministro de Educación del régimen militar, siendo reemplazado sin que le explicaran las razones. En 1985 escribió en revista Qué Pasa un artículo condenando la impunidad de los crímenes contra los opositores a Pinochet, concluyendo que "la responsabilidad histórica de estos crímenes es del Presidente de la República". Al hacerlo, el contradictorio Vial fue valiente.
Ya antes, sus actividades públicas no impidieron que en 1981 comenzara con la publicación de una monumental Historia de Chile 1891-1973. En los años siguientes aparecieron cinco tomos más, de modo que la obra llega hasta la época del Frente Popular.
El libro comienza afirmando la decadencia del Chile entre el suicidio de dos presidentes, Balmaceda y Allende. Primero critica a la República Parlamentaria y la oligarquía gobernante, a las que encuentra muchos defectos, pero sobre todo porque fue la época de la ruptura de los consensos fundamentales: primero el religioso, en relación al fin del catolicismo como religión de la totalidad de la población; luego el político, al dividirse la oligarquía como clase pública y elite natural de Chile; y finalmente el social, al iniciarse la pugna de la clase media y los sectores populares contra los sectores altos.
Sus hipótesis pueden ponerse en duda: ¿Existió ese consenso religioso hacia mediados del siglo XIX, con la masonería, fundada en 1850, los radicales hacia 1859 y una elite en gran medida laica y racionalista? ¿Qué consenso político se dio en la clase alta en el siglo XIX, con tres guerras civiles antes de la de 1891? En el caso social, efectivamente hubo ruptura a partir de la década de 1850, pero eso no fue un fenómeno chileno, sino mundial. Vial pensaba que esa pugna condujo a que "una generación, en una mañana primaveral, vio (viera) elevarse una columna de fuego (el 11 de septiembre de 1973)". ¿Es Vial un decadentista, como tantos historiadores? Sin duda, pero su concepto de decadencia, ¿es el mismo de Edwards, Encina o Góngora? Comparando a nuestros autores, se tiende a creer que la decadencia puede venir por varios caminos. La de Vial es una interpretación entre varias.
Mayor es el problema cuando comprobamos que en el quinto tomo de Vial, aparecido muchos años después del primero, habla de mesocracia y no de mediocracia (palabra que sugería mediocridad), como lo había hecho al principio. La clase media, que ha entrado a gobernar Chile a partir de 1925, ya no le parece tan universalmente condenable y matiza considerablemente su mediocridad; incluso no deja de alabar a muchos de ellos. Se dirá que sólo los tontos no cambian de opinión cuando es preciso hacerlo, y Vial nunca tuvo un pelo de tonto.
Además de la confección de su obra magna, en 1995 publicó su mejor libro, Arturo Prat. El marino e intelectual es objeto de una buena investigación y, a mi juicio, acertada interpretación de su personalidad de hombre modesto, inteligente y eficiente. Siempre agudo, Vial no deja de hacer presentes algunos rasgos curiosos, como el hecho de que era espiritista.
En 1996 publicó, con Patricia Arancibia y Alvaro Góngora, Jorge Alessandri 1895-1986; una biografía, libro que deja que desear, pero que tampoco evita los aspectos curiosos y complejos de la personalidad del biografiado. El mismo año veía la luz su biografía Pinochet. No es una gran obra. Se refiere detalladamente a las violaciones a los derechos humanos, aunque omite información importante y, la última parte, es un canto de loas al dictador. Con todo, es la más completa (o al menos la más extensa) que existe al respecto.
Gonzalo Vial no fue un historiador con formación profesional. Pero quizá sea el más consultado en relación a los primeros 40 años de la historia del siglo XX chileno. Su prosa es amena, clara y muy entretenida, lo que le da un carácter fluido al relato. Sin embargo, sobre la metodología utilizada caben reparos. Cita muy pocas fuentes y relata con gran seguridad episodios sobre los que no pudo tener sino muy pocas pruebas. Se tiende a pensar a veces que mucho de lo relatado es más fruto de la fecunda inteligencia y capacidad deductiva de Vial. Con todo, es indudable que quien lea sus escritos sobre el siglo XX queda con una idea de esa época de la historia de Chile más completa que si ha leído cualquier otra historia general.
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