Porque un dibujo de Krahn, ese loco chileno
'Emmanuel' Krahn
Josep Massot
Josep Massot
La Vanguardia 18/02/2010 Actualizada a las 18:14h Cultura
A Fernando Krahn se le habían puesto en los últimos años sus ojos más verdes y más que un pintor de la primera bohemia, con boina y barba recortada, parecía un duende en fuga efímera de una de sus viñetas. Hace sólo unos días desbordaba humor y alegría en los corrillos del premio Biblioteca Breve y ahora su figura, siempre luminosa y sonriente, se funde en negro.
Krahn era un artista que no se tomaba en serio o, al revés, un moralista que se reía con la misma risa de Swift, los disparates de Edward Lear o el absurdo metafísico de Roland Topor e Ionesco. Tituló una de sus series dramagramas porque quería extraer la ironía que encierra todo drama y consiguió que sus historias fueran poemas gráficos, filosofía ilustrada.
Nos regaló unas gafas para mirarnos por dentro, para detectar máscaras y cinismos, injusticias privadas y públicas, y unas veces el final de la historia era amargo y otras vindicativo, siempre estimulante. Eran historias sin palabras que activaban mil pensamientos.
Porque un dibujo de Krahn, ese loco chileno, hijo de una cantante de ópera y de un abogado que recorría Chile como clown de un circo, ese trotamundos que vivió en Nueva York en los sesenta y se refugió en Sitges, tras el golpe de Pinochet, con su mujer María de la Luz, contiene, sí, todas las palabras del diccionario de la vida.
A Fernando Krahn se le habían puesto en los últimos años sus ojos más verdes y más que un pintor de la primera bohemia, con boina y barba recortada, parecía un duende en fuga efímera de una de sus viñetas. Hace sólo unos días desbordaba humor y alegría en los corrillos del premio Biblioteca Breve y ahora su figura, siempre luminosa y sonriente, se funde en negro.
Krahn era un artista que no se tomaba en serio o, al revés, un moralista que se reía con la misma risa de Swift, los disparates de Edward Lear o el absurdo metafísico de Roland Topor e Ionesco. Tituló una de sus series dramagramas porque quería extraer la ironía que encierra todo drama y consiguió que sus historias fueran poemas gráficos, filosofía ilustrada.
Nos regaló unas gafas para mirarnos por dentro, para detectar máscaras y cinismos, injusticias privadas y públicas, y unas veces el final de la historia era amargo y otras vindicativo, siempre estimulante. Eran historias sin palabras que activaban mil pensamientos.
Porque un dibujo de Krahn, ese loco chileno, hijo de una cantante de ópera y de un abogado que recorría Chile como clown de un circo, ese trotamundos que vivió en Nueva York en los sesenta y se refugió en Sitges, tras el golpe de Pinochet, con su mujer María de la Luz, contiene, sí, todas las palabras del diccionario de la vida.
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