EL CATOLICO GONZALO VIAL
Joaquín Fermandois
El Mercurio Martes 03 de Noviembre de 2009
Gonzalo Vial, la fe en Chile
Era una pluma y una voluntad de explicar a Chile, en lo que ha sido, en lo que está siendo y, en esa pequeña aunque decisiva parte que depende de nosotros, en lo que debería ser. Por ello, entendió su vida como apostolado en ideas y en acciones.
En una primera etapa, hasta 1979, sigue la huella de los católicos nacionalistas, de raigambre hispánica, románticos sin confesarlo, con escasas posibilidades de realización de sus sueños. Tomaron partido decidido en la crisis nacional que comenzó a fines de los años 60, y luego intentaron influir en las estrategias institucionales de los años de Pinochet.
Tuvo un breve paso por el Ministerio de Educación, como parte del gabinete que encabezaban Sergio Fernández y Hernán Cubillos, que buscaba lograr un desenlace institucional al gobierno militar, siendo el desempeño de ese grupo fundamental para terminar con el radicalismo de la primera etapa del régimen. Reacio a la disciplina de grupo, no podía durar en el cargo. Además, estaba preocupado porque no se afrontaba el tema de los derechos humanos, lo que en su opinión sabotearía una transición futura. Se lo escuché en la Universidad Católica de Valparaíso, en 1981.
El fin de su ministerio lo lanzó al agua de la historia escrita. Su “Historia de Chile”, que comenzó a aparecer en 1981, fue todo un acontecimiento cultural, parte de dos procesos intelectuales con significación política. Primero, porque a partir de 1973 comenzó en nuestro país el cultivo de la historia contemporánea, dedicada al siglo XX (incluyendo a chilenos y extranjeros fuera de Chile), y Vial se hizo cargo de su vanguardia. Segundo, porque este debate fue parte de una apertura gradual, y su momento fecundo surgió con la misma pregunta de Vial: ¿Qué originó la crisis de la democracia? “Es importante ahora, cuando buscamos y queremos constituir otra democracia, saber qué enfermedad mató la primera”. No dejó de recibir palizas. A pesar de que Vial no circuló mucho en los ambientes académicos, son éstos los que han ido definiendo el conocimiento histórico en el país (no siempre con sensatez), y la crítica les es inherente. Y porque no existe una sola visión de la historia, menos que nunca en el Chile actual. En los años 80 y 90, junto con el debate por sus obras, la mayoría le reconocía su gran aporte. Sucesivos gobiernos obtuvieron su colaboración para la Comisión Rettig y para la Mesa de Diálogo. Después, no pocos de los que lo halagaban se sumaron a los críticos, y se le torpedeó toda posibilidad de obtener el más que merecido Premio Nacional de Historia. Pero así son las cosas. Su sueño, casi una utopía retrospectiva, era ver empapado al país de catolicismo, quizás no sólo en lo religioso. Su idea de la decadencia, vista como origen de la crisis política, la veía en la pérdida de la centralidad de la herencia católica como un principio abarcador. Tal visión se estrellaba con la realidad de la cultura moderna. Sin expresarlo, Vial identificaba decadencia con modernidad, con lo que nos dejaba en un atolladero. Sin embargo, en ironía no carente de providencialismo, ejemplificó con su pluma polémica y su riquísima “Historia de Chile” la posibilidad del catolicismo moderno, entendiendo que hay varias modalidades católicas de mirar la modernidad. Se es parte de esta sociedad, en acuerdo y en debate con ella, colocándose dentro de ella y apuntando a un horizonte del legado espiritual y cultural que no se agota en la modernidad. Al final de los finales, eso fue Gonzalo Vial. Por sobre todo, su obra manifiesta un amor a Chile —poco común en el historiador actual—, de fidelidad al terruño, precisamente porque éste se encuentra erizado de imperfecciones.
Era una pluma y una voluntad de explicar a Chile, en lo que ha sido, en lo que está siendo y, en esa pequeña aunque decisiva parte que depende de nosotros, en lo que debería ser. Por ello, entendió su vida como apostolado en ideas y en acciones.
En una primera etapa, hasta 1979, sigue la huella de los católicos nacionalistas, de raigambre hispánica, románticos sin confesarlo, con escasas posibilidades de realización de sus sueños. Tomaron partido decidido en la crisis nacional que comenzó a fines de los años 60, y luego intentaron influir en las estrategias institucionales de los años de Pinochet.
Tuvo un breve paso por el Ministerio de Educación, como parte del gabinete que encabezaban Sergio Fernández y Hernán Cubillos, que buscaba lograr un desenlace institucional al gobierno militar, siendo el desempeño de ese grupo fundamental para terminar con el radicalismo de la primera etapa del régimen. Reacio a la disciplina de grupo, no podía durar en el cargo. Además, estaba preocupado porque no se afrontaba el tema de los derechos humanos, lo que en su opinión sabotearía una transición futura. Se lo escuché en la Universidad Católica de Valparaíso, en 1981.
El fin de su ministerio lo lanzó al agua de la historia escrita. Su “Historia de Chile”, que comenzó a aparecer en 1981, fue todo un acontecimiento cultural, parte de dos procesos intelectuales con significación política. Primero, porque a partir de 1973 comenzó en nuestro país el cultivo de la historia contemporánea, dedicada al siglo XX (incluyendo a chilenos y extranjeros fuera de Chile), y Vial se hizo cargo de su vanguardia. Segundo, porque este debate fue parte de una apertura gradual, y su momento fecundo surgió con la misma pregunta de Vial: ¿Qué originó la crisis de la democracia? “Es importante ahora, cuando buscamos y queremos constituir otra democracia, saber qué enfermedad mató la primera”. No dejó de recibir palizas. A pesar de que Vial no circuló mucho en los ambientes académicos, son éstos los que han ido definiendo el conocimiento histórico en el país (no siempre con sensatez), y la crítica les es inherente. Y porque no existe una sola visión de la historia, menos que nunca en el Chile actual. En los años 80 y 90, junto con el debate por sus obras, la mayoría le reconocía su gran aporte. Sucesivos gobiernos obtuvieron su colaboración para la Comisión Rettig y para la Mesa de Diálogo. Después, no pocos de los que lo halagaban se sumaron a los críticos, y se le torpedeó toda posibilidad de obtener el más que merecido Premio Nacional de Historia. Pero así son las cosas. Su sueño, casi una utopía retrospectiva, era ver empapado al país de catolicismo, quizás no sólo en lo religioso. Su idea de la decadencia, vista como origen de la crisis política, la veía en la pérdida de la centralidad de la herencia católica como un principio abarcador. Tal visión se estrellaba con la realidad de la cultura moderna. Sin expresarlo, Vial identificaba decadencia con modernidad, con lo que nos dejaba en un atolladero. Sin embargo, en ironía no carente de providencialismo, ejemplificó con su pluma polémica y su riquísima “Historia de Chile” la posibilidad del catolicismo moderno, entendiendo que hay varias modalidades católicas de mirar la modernidad. Se es parte de esta sociedad, en acuerdo y en debate con ella, colocándose dentro de ella y apuntando a un horizonte del legado espiritual y cultural que no se agota en la modernidad. Al final de los finales, eso fue Gonzalo Vial. Por sobre todo, su obra manifiesta un amor a Chile —poco común en el historiador actual—, de fidelidad al terruño, precisamente porque éste se encuentra erizado de imperfecciones.
<< Home