Ya que hemos referido la historia de la introducción de la Imprenta en Lima, debemos, por lo menos, indicar lo que al respecto se había dicho hasta ahora.
En la obra de Isaíah Thomas, The history of printing in America, cuya segunda edición hecha en Albany, 1874, 2 vols., 4º, tenemos a la vista, se le asigna la fecha de 1590.
Henry Cotton, A typographical gazetter, Oxford, 1831, se refiere simplemente a Thomas y al Catálogo de la biblioteca de M. Langlés, en el cual figuraba un Vocabulario quechua de 1589. Cita también el Index Linguarum, de Vater, y a Nicolás Antonio, quien señalaba, según indica, como el más antiguo impreso en Lima uno de los libros de Hevia Bolaños.
Otros autores de obras bibliográficas, como Ternaux Compans, Leclere, etc., habían descrito libros peruanos de los primeros impresos en Lima. Este último dice, (página 626) al hablar de la Doctrina de 1584, que Ricardo, a instancias de los padres del Concilio de Lima, y, sobre todo, de Santo Toribio, introdujo la tipografía en el Perú. Apenas necesitamos decir que no hay tal cosa.
Harrise y sus traductores se limitan a describir las obras impresas en Lima antes de 1600 que conocieron.
Don «Miguel Luis Amunátegui en su Ensayo sobre los orígenes de la Imprenta en la América Española, que dio a luz en el núm. VII de la Revista de Santiago, 1872, decía:
«No se conoce la fecha precisa de la introducción de la imprenta en el Perú. La obra más antigua impresa en Lima que mencionan los bibliófilos es el Confesionario para los curas de indios, impreso en los Reyes, por Antonio Ricardo, primer impresor en estos reinos del Perú, 1585».
Respecto a los autores peruanos que han tratado el punto, mencionaremos a Paz Soldán, quien, fundado en lo dispuesto por el tercer concilio de 1583 acerca de la impresión del catecismo en quechua y aimará, sostuvo que debía ya existir en Lima en ese entonces una imprenta bien organizada. -Revista Peruana, t. I, pág. 71.
Mendiburu, al hablar en su Diccionario, t. IV, pág. 64, del jesuita Andrés López, y después de recordar la real cédula que obtuvo, a que hemos hecho referencia, agrega:
«Conseguido esto, era muy natural que los jesuitas se proveyesen de imprenta, introduciendo en Lima la primera que hubo; esto es más creíble que el que lo hubiese hecho Antonio Ricardo, nacido en Turín, porque no es presumible la trajera, para tenerla sin ejercicio ni utilidad; y porque, según las leyes que regían el Gobierno Español, que no consentían extranjeros en el Perú, no había de dar a uno de éstos el privilegio de internar y especular con una imprenta donde no existía ninguna otra.
»Parece, pues, fuera de duda que los jesuitas la trajeron, y que Ricardo sería el que la dirigiese o manejase, titulándose primer impresor de estos reinos del Perú (y no propietario del establecimiento) al dar a luz en 1586 los catecismos en quechua en una cuaderno de 84 págs.»
Torres Saldamando, en un largo artículo publicado en La Libertad Electoral de Santiago, en 1889, con el título de «Introducción de la Imprenta en Sud América dice:
«Conseguida la aprobación de los catecismos y la orden de imprimirlos, faltaba sólo tratar de su ejecución. Entonces se encargó al padre Andrés López, procurador de la Provincia peruana en Madrid, que solicitara la cédula que antes hemos copiado; él presentó al Consejo de Indias un memorial manifestando la necesidad de que la edición se hiciera en Lima, y consiguió la autorización que deseaba. A su regreso vino conduciendo la imprenta; Antonio Ricardo vino, según dice la congregación de enero de 1576, como persona propia a hacerlo imprimir...»
No es posible pasar más adelante sin rectificar esta última aserción relativa a Ricardo. No conocemos el texto de la congregación a que alude nuestro amigo, pero es a todas luces falso el que en ella, en enero de 1576, se hablase de que el impresor piamontés había llegado ya a Lima. Es evidente que si en alguna congregación jesuita algo se expresa al respecto, no puede ser en la de a que el año.
Continúa el autor que venimos citando:
«Se ha dicho por respetables escritores que la imprenta fue introducida en el Perú antes de 1583, fundándose en que el haberse ordenado por el Concilio que se imprimieran los catecismos manifiesta que ya entonces había una imprenta bien organizada; pero, prescindiendo de que el ordenarse la impresión de una obra no comprueba que haya imprenta donde esto se manda, basta fijarse en los términos en la cédula trascrita, recordando las disposiciones legales que regían entonces, para convencerse de que la imprenta fue traída para la publicación de los catecismos.
»Cuando se celebró el concilio estaba prohibida en América la publicación de toda clase de libros, y para que pudiera hacerse en España debían antes ser examinados por el Consejo Supremo de las Indias, según cédula de 21 de septiembre de 1556 y 14 de agosto de 1560, que son la ley 1ª, tit. 6º, lib, 49 de la Recopilación de Indias. Sólo en 8 de mayo de 1584 vino a declararse que, cuando se hiciera algún arte o vocabulario de la lengua de los indios, bastaba para que pudieran imprimirse que fuesen examinados por el Diocesano y la Real Audiencia del distrito. Esta cédula dejó vigente las anteriores respecto de otra clase de libros; luego, si sólo desde 1584 pudo hacerse en América determinadas impresiones, es evidente que antes de ese año no existió en el Perú imprenta alguna, desde que no pudieron aprovecharse sus trabajos.
»Para el establecimiento de las imprentas era necesario recabar previamente autorización real; y si nos fijamos en que desde mayo de 1584 bastaba, para que fueran impresos en el Perú el catecismo y los vocabularios, las licencias del Ordinario y, de la Audiencia, nos convenceremos de que al concederse por cédula de agosto de ese año real permiso para hacerlo en Lima de los del concilio, esa autorización importa la del establecimiento de la imprenta; puesto que, si la hubiera habido, no habrían necesitado de esa cédula para a que ella publicación. Además, es evidente que el conceder permiso para imprimir donde no hay imprenta, es concederlo para su establecimiento.
»Los bibliógrafos más notables están de acuerdo en señalar los catecismos como los primeros libros impresos en el Perú; y eso comprueba que la imprenta fue traída para su publicación.
»Si los catecismos fueron escritos por los jesuitas, y si para la publicación de estos se trajo imprenta al Perú, es evidente que aquellos padres fueron sus introductores en el país, y no Antonio Ricardo, como generalmente se cree.
»Manifiesta que la imprenta fue de la Compañía y no de Antonio Ricardo, la referencia que se hace en los catecismos de haberse editado en la casa de aquélla, al cuidado de los padres José de Acosta y Juan de Atienza, y lo que al respecto consta, en una historia de la Compañía, que posee monseñor García Sanz, y que escribió el padre Jacinto Barrasa. Hablando del padre Acosta en el concilio, dice:
»Se le encargó por los mismos padres de él, el formar el catecismo de la doctrina cristiana, pequeño y grande, el confesonario y otros necesarios para instrucción de los indios. Lo cual todo dispuesto en lengua castellana, se tradujo en las dos, quechua y aimará, que son las más generales y corren lo más del reino. Imprimiose todo en nuestro colegio, y con los cuadernos o libros que comenzaron a correr y se repartieron por diversas partes, se comenzó luego a manifestar notable fruto, así en los doctrineros como en los indios, por enseñárseles toda la doctrina cristiana uniformemente; que antes la diversidad que había en la enseñanza era de mucho daño y perjuicio a la dudeza de estos neófitos».
»Monseñor Eyzaguirre, en el tomo I de su conocida obra Intereses católicos de América, afirma también que los catecismos se imprimieron en una pequeña imprenta que tuvieron en su colegio los jesuitas. Pero lo que más convence que fueron ellos sus introductores en el Perú, es el haberlo sido en todas las partes de América en donde la hubo en su tiempo»...
Ya se deja ver que la serie de equivocaciones en que desgraciadamente ha incurrido el biógrafo de los jesuitas del Perú, procede no sólo de falta de documentos, sino especialmente de no haber visto la Doctrina cristiana, de 1584, en cuya existencia no creía, paralojizado aún con la idea de que no pudo haber otra imprenta en Lima antes de la que supone haber conducido de España el padre López después que obtuvo la real cédula de 7 de agosto de 1584, a que nos hemos referido.